Flashback: Agosto 2013
Respecto a la
noción de obstáculo epistemológico, ¿Por qué considera Bachelard que hay que
“…poner la cultura científica en estado de movilización permanente, reemplazar
el saber cerrado y estático por un conocimiento abierto y dinámico, dialectizar
todas las variables experimentales, dar finalmente a la razón motivos para evolucionar.”?
(Bachelard, G. La noción de obstáculo
epistemológico. Pág. 21)
Bachelard
considera que la movilidad y la constante evolución dentro del ámbito
científico son sumamente importantes porque permiten que el espíritu pueda
conocer adecuadamente la realidad. La inmovilización, el conformarse con lo
dado, con el saber ya constituido, asfixian a dicho espíritu. La única manera de lograr que la razón
evolucione es a través del abandono de ciertos hábitos denominados “obstáculos
epistemológicos” que son barreras que se oponen a la formación de un nuevo
espíritu científico.
Estos obstáculos no son impedimentos externos al
conocimiento, por el contrario, son obstáculos internos, inseparable al acto
mismo de conocer.
Muchos son los obstáculos epistemológicos con los que podemos
llegar a encontrarnos. Toda la experiencia anterior, nuestras ideas, nuestros
prejuicios, juegan el papel de obstáculos al conocimiento.
El conocimiento
nunca parte de la nada misma. En todos los casos se conoce sobre la base de
conocimientos anteriores, y el conocimiento científico se construye enfrentándose
contra esos conocimientos anteriores, que operan como obstáculos para una nueva
forma de concebir el fenómeno o el caso en cuestión. Es por esto que debe
superarse cualquier obstáculo de este tipo. “Se
conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal
adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza a la
espiritualización.”
Tampoco “es
entonces imposible hacer, de golpe, tabla rasa de los conocimientos usuales.
Cuando se presenta ante la cultura científica, el espíritu jamás es joven.
Hasta es muy viejo, pues tiene la edad de sus prejuicios.” De esta manera,
los prejuicios tampoco permiten el contacto directo con la realidad. Frente a lo real, lo que cree saberse claramente perjudica a lo que
debería saberse.
Además, Bachelard explicita que el primero de todos los
obstáculos es la opinión “Nada
puede fundarse sobre la opinión: ante todo es necesario destruirla.” Las apariencias, el conocimiento
empírico, la observación, entre otros, constituyen otros obstáculos
epistemológicos.
Por lo tanto, el conocimiento científico no consiste en la
acumulación de observaciones, sino que consiste en una construcción cuyo primer
paso es la formulación de preguntas que cuestionan (problematizan),
precisamente, el saber constituido. El espíritu científico capaz de
superar cualquier obstáculo, ante todo, un espíritu que interroga, que formula
preguntas.
Ingresando en el ámbito educativo, el autor identifica que en
el mismo no se tiene en cuenta la noción de obstáculo epistemológico. El
docente no trabaja con alumnos que son, cada uno de ellos, una tabula rasa.
Todos ellos tienes saberes previos, prejuiciosos, opiniones, intuiciones,
presunciones que juegan e interactúan entre sí en una situación de clase. Bachelard
afirma, valiéndose de un ejemplo, que los profesores “no han reflexionado sobre el hecho de que el adolescente llega al
curso de Física con conocimientos empíricos ya constituidos; no se trata, pues,
de adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental,
de derribar los obstáculos amontonados por la vida cotidiana.”
La vida cotidiana es un campo minado de obstáculos epistemológicos.
La razón jamás evolucionará, el conocimiento jamás dejará de ser cerrado y
estático para pasar a ser abierto y dinámico si, en primer lugar, no se
reconocen dichos obstáculos y, en segundo lugar, si no se los afronta. “De ahí que toda cultura científica deba
comenzar (…) por una catarsis intelectual y afectiva”, tal y cómo lo
expresa Bachelard. Una catarsis desde dentro hacia fuera, desde el obstáculo a
la superación.
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