lunes, 3 de abril de 2017

Reflexiones y Propuestas

Noviembre 2014 

Este año tuvimos la oportunidad de observar algunas clases de la materia “Prácticas del lenguaje” en un curso de segundo año de secundario. La actividad formaba parte de las propuestas de trabajo de la materia “Práctica Docente II”. A continuación se exhibirán las correspondientes reflexiones que la experiencia hizo posible.
Es inevitable comenzar a narrar desde otro lugar que no sea desde el principio, es decir, desde nuestra entrada al aula. Luego de habernos presentado frente a la docente del curso –junto con dos compañeras del profesorado o “parejas pedagógicas”- nos dirigimos hacia el interior de aquél espacio tan familiar para nosotras pero tan inquietante y enigmático para cualquiera que se esté preparando para ser docente.
Cuando uno ingresa al aula, respira otro aire porque ingresa a otro mundo. Un mundo donde se conjugan todos los conocimientos que adquirimos hasta ese momento junto con un millón de dudas e incertidumbres. “¿Cómo nos recibirán los pibes?”, “¿Por qué nos miran tanto?”, “¿Qué decir, que hacer?”. Sin embargo, instintivamente todos los seres humanos tenemos esa capacidad innata de saber acoplarnos a los espacios, a los tiempos y a las situaciones. Por eso, dejamos que cada paso nuestro, físico y simbólico, se desarrollara con naturalidad, sin forzar nada, y, por sobre todas las cosas, con la correspondiente actitud para afrontar esos primeros pasos –siempre los más difíciles- dentro del aula.
Una vez acabada la presentación de estas “extranjeras” que supimos ser para aquellos alumnos de segundo año, la profesora procedió con el inicio de la clase. Y nosotras con el desarrollo de esta grata experiencia.
El primer problema que se nos presentó, sin lugar a dudas, fue encontrar una respuesta concreta a la siguiente pregunta: ¿Qué observar? No podíamos dejar de pensar en esto y en la posibilidad de estar mirando algo realmente interesante y al mismo tiempo, estar perdiendo de vista algo tan o más atrayente aún. Más tarde, encontraríamos una especie de respuesta ampliada a este problema con un capítulo de un texto sobre la observación de clases, llamado “La observación: educar la mirada para significar la complejidad”. Sin embargo, mientras tanto, nos propusimos dejarnos llevar por nuestra esencia y que ella nos conduzca a la difícil actividad de focalizar.
Pronto nos dimos cuenta que nuestra subjetividad, que es el cúmulo de conocimientos, experiencias, prejuicios, costumbres, modos de ser y modos de actuar propios, influyen en nuestra mirada. Por lo tanto, resultaba prácticamente imposible realizar una mirada completamente objetiva acerca de lo que los alumnos hacían o decían o acerca de lo que la docente hacía o decía. La clave siempre estuvo en, por un lado, no limitar la mirada sino aprender a focalizar y a estar siempre dispuesto a ver más y, por otro lado, a no quedarnos con los preconceptos que llevamos al aula sino estar predispuestos a construir nuevos sentidos, porque al observar también construimos conocimiento y experiencias.
Lo demás, vino sólo. No sólo nos limitamos a completar aquellas categorías requeridas por la ficha de observación de clase, sino que dejamos a nuestra lapicera salirse más allá del límite de la hoja para retratar momentos sumamente enriquecedores. Como el diálogo que se generó entre una alumna y la docente con motivo de la proximidad de los festejos por el día del estudiante:
Docente: A ver, chicos. Les hago una pregunta. ¿Ustedes se sienten estudiantes?
Alumna: No, porque somos burros. Debería existir el día del burro.
Docente. No. No estoy de acuerdo. Creo yo que un buen alumno no se mide por interpretar o no un texto o por ser el mejor en hacerlo. Sino aquél que le imparte dedicación, tiempo y esfuerzos al trabajo con un texto determinado y el respectivo conocimiento adquirido.
El pasaje anterior nos brinda una gran clave: en el aula, y esto forma parte de la ampliación de nuestra mirada, no sólo fluyen conocimientos, estudiantes que aprenden y docentes que enseñan. También fluyen momentos para desarrollar el pensamiento. Es muy importante que el observante no se limite a observar aquello que viene a buscar sino que esté abierto a los obsequios que la vida en el aula le puede llegar a brindar.
En el caso del microdiálogo retratado anteriormente, se observó como la docente les brindó herramientas a los alumnos para que ellos las tomen y reflexionen. En este caso en particular, sobre el concepto que tienen los alumnos de ellos mismos, es decir, sobre lo que significa ser alumno o ser estudiante.
El docente no se debe limitar a impartir conocimiento, a depositar saberes en los alumnos. Debe brindar las oportunidades para que el conocimiento se pueda construir, por qué no, a partir de un acto reflexivo. Porque, en definitiva, el alumno que adquiere el hábito de la reflexión se dará cuenta de que ser estudiante es más que ser inteligente o capaz. Ser estudiante también es tener una identidad, es ser sujetos en formación que se forman entrando en relación con los demás.
La docente que nosotras tuvimos la oportunidad de observar, sin lugar a dudas, tuvo muy en cuenta lo afirmado anteriormente. La modalidad de trabajo en el aula siempre fue dinámica y flexible. En todo momento y lugar, la profesora dio lugar a las expresiones e inquietudes de los alumnos, pero, fundamentalmente, a la posibilidad de construir el conocimiento conjuntamente.
Observamos que, la introducción a los temas nuevos por parte de la docente, siempre fue útil y pertinente para que los estudiantes puedan relacionar los conocimientos que ya poseían con los nuevos. Tal es el caso, por ejemplo, al trabajar el resumen como técnica de estudio, a través de diferentes plataformas vistas a lo largo del año: resúmenes de capítulos de la novela “El túnel de los pájaros muertos” de Marcelo Birmajer, resúmenes e ideas principales de textos expositivos explicativos sobre internet y redes sociales e incluso resúmenes orales o comentarios sobre lo leído.
A su vez, otros de los puntos fuertes de la docente fue incentivar a los alumnos para que participen activamente, alentarlos tanto en la resolución de actividades escritas como orales y acompañarlos en su desarrollo autónomo. Además, en ningún momento se descuidó los aspectos normativos y convivenciales: siempre dispuso a los estudiantes las normas de comportamiento en el aula así como el correcto uso del vocabulario dentro de la misma.
Todos estos aspectos son sumamente importantes para el pleno desarrollo de una clase. Sin embargo, a modo de propuesta, y siempre tendiendo hacia el acto reflexivo, los alumnos deberían autocuestionarse y preguntarse, por ejemplo, por qué es necesario un correcto manejo del vocabulario en el aula o la importancia que tiene saber resumir. Todo tiene una finalidad que resulta importante, si uno es docente, poder reflexionar sobre esto mismo con los alumnos y no exigirles que hagan algo porque sí o porque se les pide una nota para poder aprobar la materia.
Una de las hipótesis mantenidas durante las primeras observaciones, y que fue confirmada hacia el final, fue el carácter constructivista del proceder docente. Es menester aclarar que las hipótesis surgen no sólo de las observaciones sino que uno puede poseerlas desde el minuto cero. Lo importante, es establecerlas y brindar el seguimiento correspondiente hasta que sean contrastadas o no. En este caso, los puntos tratados anteriormente nos permitieron comprobar que, efectivamente, la docente supo entregar a los alumnos las herramientas necesarias para una auténtica construcción del conocimiento. Es decir, se pudo observar el correspondiente andamiaje del docente, esta especie de apoyo hacia el alumno – aunque también se alentó al apoyo del tipo alumno- alumno para que pueda utilizar una estrategia cognitiva que les permitiera desarrollar su potencial.
Otro aspecto a destacar, que fue constatado a lo largo de las observaciones, fue el tratamiento de los contenidos. La profesora, nos permitió acceder a la planificación anual, con lo cual pudimos ver no sólo los contenidos sino también los objetivos de aprendizaje, los objetivos de enseñanza, las secuencia didácticas y las formas de evaluación. Durante el período de observaciones pudimos ver cómo los contenidos eran trabajados en clase. A su vez, las clases expositivos explicativas fueron muy pocas, porque lo que siempre trató la docente fue de dialogar con los alumnos y a partir de sus respuestas y dichos, llevar adelante la clase.
En cuanto a las actividades, éstas fueron muy variadas y de diferente dificultad. En primer lugar, tendieron a la práctica tanto de la oralidad, como de la escritura y la lectura. En segundo lugar, las consignas siempre fueron clarificadas en todo momento. Tal vez haya habido un exceso en cuanto al tiempo dispuesto para la explicación de las consignas, sin embargo puede atribuirse a que el grupo aún no estaba preparado para un trabajo profunda y decididamente autónomo – aunque hacia el final, la docente les remarcó a sus alumnos la necesidad de trabajar en este aspecto-.
Existió un último asunto, que fue imposible no ver. En charlas con los alumnos –en otras oportunidades, no precisamente en esta experiencia pero sí en nuestra experiencia como estudiantes del profesorado- , éstos no han dicho que ser un buen docente, entre otras cosas, significa también simplemente asistir a clases a horario y no poseer una índice de inasistencia alta. Consideramos que las observaciones también sirven para ver el grado de compromiso docente para con su actividad.
Más allá de los motivos, los jóvenes constantemente tienen como ejemplo a los adultos y si éstos, como modelos a seguir que son, no desempeñar ese rol como corresponde, les será difícil demandar aquello que los alumnos no han podido aprender.
Durante nuestro período de observaciones, fuimos testigos de dos licencias y algún par de faltas por pare de la docente. Fuimos testigos de ese vacío simbólico que significa dejar un grupo de alumnos a la deriva. Más allá de toda justificación, la realidad indica que los ritmos se pierden, los conocimientos quedan en el olvido y lo que es aún peor, lo alumnos esperan impacientes durante mucho tiempo el resultado de alguna que otra evaluación sin obtener respuestas. A veces con el compromiso docente no alcanza, y el estado –ministerio de educación- debería ser capaz de que, por ejemplo, las suplencias se establezcan rápido o que los alumnos puedan realizar diferentes actividades complementarias en hora libre.
En conclusión, la experiencia de observar concluyó de manera satisfactoria. Sentimientos encontrados nos inundaron de repente junto con muchas dudas y certezas. Pero por sobre todo, la conciencia de que al final, ya no éramos las mismas que al principio, cuando observar era sólo observar y no observar para encontrar significados.



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